Портал «Наша среда» продолжает публикацию статей, посвящённых 100-летию Геноцида армян, ранее опубликованных в испаноязычной прессе. Благодарим Артура Гукасяна за предоставленные материалы.
«Пусть не кровоточит больше твоя рана от необычной боли, мой армянский брат, и пусть сотрутся следы слёз с твоего лица, потому что память затерянного мира сего находит своё утешение и смягчается в солидарности и потому что никто не может отнять у тебя ту национальную принадлежность, которая является твоей собственной на всех законных основаниях, которую носишь ты в душе и сердце своём. Да, никто не может отнять. И хоть и верно, что необратимы потери, столь же верно и то, что в лице армянского народа весь мир имеет пример мужества, верности, стойкости, борьбы…»
Сандра Исабэл Луденья Хименес, писатель и независимый журналист, защитник прав человека (Эквадор)
El genocidio armenio, una verdad que aún sangra
Hoy hace cien años (algo menos, algo más), desde 1914 y sus noches oscuras interminables en medio de la Primera Guerra Mundial y aunque la historia se haya acomodado plácidamente a la sombra del olvido, el genocidio armenio es una frase grave, una verdad que aun sangra, una herida abierta en la historia de la humanidad.
Las referencias históricas, indagadas por la pupila del mundo, detrás de cada día de estos cien años, manifiestan que los armenios habitaban territorio turco pero también en tierras rusas, por esta razón en 1914 cuando ardía la guerra entre Alemania y Rusia, los turcos impetuosos dispusieron que todo varón armenio que habitara en Turquía, se enlistara en las tropas del Imperio Otomano, para luchar junto a Alemania contra la amenaza zarista. Sin embargo, en el ejército enemigo del zar, estaban los armenios rusos, por lo que aquellos residentes en Turquía, que integraban el ejército Otomano, se negaron a tomar acciones contra los mismos armenios que estaban en el ejército enemigo.
Esta posición de los armenios (y otras también), como las acciones subversivas realizadas por los contrarios en territorio Otomano, desató la venganza turca. La represalia contra los armenios empezó con la orden de desarmar a los soldados de nacionalidad armenia, llevarlos a realizar trabajos forzosos, hasta llegar a ordenar la limpieza absoluta de los armenios, para lo cual se organizó y se realizó la deportación masiva de armenios hacia Mesopotamia. De esta manera, el genocidio se planificó y administró por el Estado de Turquía, con el objetivo de ponerle fin a la existencia colectiva del armenio, en este propósito desde 1915 hasta 1918, este pueblo sufrió deportaciones, expropiaciones, secuestros, torturas, masacres, inacción; y aunque la guerra parecía menguar, la crueldad alzó sus alas nuevamente, para cubrir con su sombra los años de 1920 hasta 1923, tiempo en el cual se siguieron dando masacres, raptos, violaciones, persecuciones contra los armenios. Solamente por dar breves referencias, se puede mencionar que la deportación consistía en obligar a los armenios a salir en caravanas por el desierto, donde las matanzas eran indiscriminadas, los abusos de mujeres y niños, con el abandono deliberado de personas para que agonicen entre el hambre y la sed, siendo estas solamente generalidades de la crueldad que rompía el viento del desierto, como instrumento alado y poderoso para el exterminio, que barría a lo ancho y largo, en el propósito turco. ¿Cuánta tristeza valiente en el suspiro de esos días? ¿Cuánta verdad sangrienta corre fresca en esta historia? ¿Cuántos cadáveres sin tumbas flotan en esta jornada adversa?, se calcula que fueron entre 1,000.000 y 1´800,000 personas.
Esta verdad al rojo vivo palidece en el silencio. Aun sangra el genocidio armenio, a pesar que fue encubierto desde el primer día y el Estado Turco lo justifica como hechos acontecidos por conflicto entre etnias, por cuestiones religiosas, estrategias logísticas de guerra, circunstancias penosas de enfermedad y hambre que afectan a la vulnerabilidad de la población en beligerancia; así toda una maquinación de olvido se ha puesto en marcha y bajo los mismos astros, testigos silentes que miran al mundo entero, la muerte le saca la lengua a las excusas inventadas por Turquía, a pesar de la intención de anular los clamores de justicia de los armenios, con esa siniestra negación de la verdad que sangra, Turquía intenta hacer como que no ha pasado nada, y discreta, sin recelos, se conduce removiendo cementerios, deportando niños dotados de consciencia, en su intento de limitar la memoria, impone leyes que restringen recordar y hasta hablar del tema.
Mientras tanto los armenios dispersos por el mundo entero, cada vez más adoloridos, menos comprendidos, sobreviven, aunque no se les permitió curar sus heridas, con la braza encendida en la memoria, que reclama y amenaza desquiciarlo todo; por esa tribu mutilada, por esa familia desintegrada, traumas que no se olvidan, días de terror (y noches también), elevan su estrella de luto, comunican su dolor al mundo. Esta vez ya no importa, si hay quien sepa o no escuchar, ya no importa, si ponen el dedo en la llaga, esto es una vibración que hace temblar lo más profundo del universo, porque tales atrocidades, nos afectan a todos, hay historias contándose de boca en boca; en verdad, el ser humano se religa, se conmueve, mientras Dios derriba un lucero de paz.
El camino a la verdad y el ejercicio del derecho humano, se construye de esta manera, con la participación de miles de voces, de gente que decide hacer pequeñas cosas, como preguntar, investigar, escuchar o simplemente levantar la bandera blanca de la defensa y justicia, por todos los recónditos países de la pena, por del dolor del resto. Que no se vuelva a repetir en el mundo la atrocidad, el ostracismo, la indiferencia. Que no vuelva: llámese guerra, venganza, crueldad; castíguese la injusticia, destrúyase el monstruo del genocidio. Que no sangre más esa herida por el dolor extrañamente íntimo y que en tu cara, hermano armenio, cese el rastro de las lágrimas, porque la memoria de ese mundo perdido, se calma y reconforta con la solidaridad y porque ya no eres más el pájaro del exilio, porque esa nacionalidad que arde en el pecho, que estremece el corazón, es legítima y nadie puede arrebatarla, nadie. Y aunque cierto es que las pérdidas son irreparables, también resulta cierto que el mundo tiene en el pueblo armenio un ejemplo de valentía, lealtad, resilencia y lucha; que muchas veces en contra de la razón, del sentido de auto proteccionismo y supervivencia, se decidió a hablar, venciendo el miedo, muchas veces.
No sorprenda a nadie que los secretos hablen y tantas historias ocultas se ventilen hoy, ya no como pálidos luceros que callan los suspiros, de tantos hombres y mujeres que en la tierra sufren la deshumanización del hombre, ya no como astros indiferentes, que sin recelo cubren el sol, mientras las atrocidades se encubren en silencio. Ha llegado el tiempo de contar, de arrancarse los recuerdos, ha llegado el tiempo de sentir, pero como sienten los que han padecido tortura, humillación, injusticia; y aunque las distancias nos aproximen tiempos lejanos, intentar comprender, intentar sentir piedad. La experiencia de Armenia, tan extrema, pues, y todo aquello que en la historia del mundo ha destilado crueldad (horror quizá), ha dejado una gran lección a la humanidad, puesto que el corazón del hombre supuestamente humano, debe sentir como tal y por lo tanto disentir de los errores de pocos, muy pocos, que un instante maligno de equivocación, han causado efectos devastadores; que esta experiencia que hoy tenemos ante los ojos (y corazones), nos ayude a recuperar nuestra esencia humana.
Sandra Beatriz Ludeña Jiménez
Nota biográfica:
Autora: Sandra Beatriz Ludeña Jiménez
Mujer conscientemente humana: nacida en Ecuador, reside en su país natal, es escritora y periodista independiente, defensora de derechos humanos, actualmente se encuentra dedicada al voluntariado y a la enseñanza.
Источник: http://genocidoarmenio.blogspot.com.es/2015/02/el-genocidio-armenio-una-verdad-que-aun.html